Esa noche bajé del coche sintiendo el alma hecha pedazos pidiendo socorro y auxilio, de pronto volteé y un gato negro se atravesó en mi camino corriendo despavorido. pensé que mala suerte la mía, un mal augurio en tan mala noche, me disponía entrar a casa, cuando ví otro gato negro, aún más grande, que caminaba tranquilo tras el otro, al verme sin inmutarse, detuvó su marcha y se sentó moviendo su cola.
Caminé por mi jardín, y aún podía verlo, me detuvé, y nuestros ojos coincidieron un instante, entonces comprendí, que mi suerte estaba esperando ser recogida. Continué mi camino y entré a casa para darme cuenta...
Que la vida jamás se cansa de dar bofetadas.
miércoles, 30 de abril de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario